sábado, 10 de diciembre de 2011

ENSAYO:
“Fusiles, muñecas y la clínica infantil”
Por: Jazmín Lolbeh Caamal Torres



El juego es para los niños el medio de expresión del conflicto interno, el agente  mediatizador, que no es palabra, sino acción...

“Juan y Margot, dos ángeles hermanos
que embellecen mi hogar con sus cariños,
se entretienen con juegos tan humanos
que parecen personas desde niños.”

Ternura, quizá melancolía, u otra emoción evocan estas letras, este verso con el que comienza el poema “Fusiles y muñecas”. Distintas tonos de voz al leer este verso nos harán sentir “ese algo” al que nombramos, al que damos un lugar.
Incluso provocarán “ese algo” aun cuando sean leídos desde la perspectiva de la psicoterapia.
Los sistemas motivacionales planteados por Emilce Dio Bleichmar y algunos versos del poeta Juan de Dios Peza y mi trabajo como psicóloga en el Instituto para las Mujeres Zacatecanas me permitirán plantear el presente ensayo.



El ser humano es un complejo sistema de funcionamiento que requiere de la complementariedad y armonía de sus subsistemas orgánicos para disfrutar de salud, sin embargo cuestionemos  ¿qué sucede cuando nos referimos al individuo en relación a los lazos afectivos que establece con otros seres y en relación a su propio organismo? ¿Qué ocurre cuando el individuo por el hecho de relacionarse se convierte a sí mismo a un subsistema y pasa a formar parte de un sistema mayor que lo incluye?
La terapia del juego cumple funciones biológicas, intra e inter personales, y socioculturales.
Dentro de las funciones biológicas, está el aprendizaje de habilidades básicas, la liberación del exceso de energía, la estimulación sinestésica.
Funciones intrapersonales, como el dominio de situaciones, la exploración, iniciativa, comprensión de las funciones mentales, desarrollo cognitivo.
En las funciones interpersonales encontramos, las habilidades sociales y la separación-individuación.
Socioculturalmente, se da la imitación de los modelos de los adultos que admiran.
En resumen la vinculación, la afectividad, la cognición y la acción.

Juan y  Margot al jugar están realizando “una actividad placentera… y aquello que motiva dicha actividad lúdica es el sí mismo, su expansión, su equilibrio, su enigmas, un intento de sincronizar los procesos corporales y sociales con el sí mismo” (Erickson, 1950)
Pero no solo el juego  refuerza estas funciones (vinculación, la afectividad, la cognición y la acción.), sino las actitudes adecuadas de los familiares (figuras de apego) permiten al niño  favorecerse en la resolución de problemas, mientras que el desconocimiento puede llevar a reacciones no benéficas.
La persona no comienza ni acaba en ella misma, lo que la persona es, lo que a la persona le sucede, está necesariamente relacionado con las personas con las que interactúa y con las situaciones en las que se desenvuelve (somos seres bio-psico-sociales).
Sólo desde esta perspectiva es posible comprender cualquier trastorno que le sobrevenga a la persona en el transcurso de su vida.
“Mientras Juan, de tres años, es soldado
y monta en una caña endeble y hueca,
besa Margot con labios de granado
los labios de cartón de su muñeca”.

“Margot que canta en madre transformada,
y arrulla a un niño que jamás se queja,
ni tiene que llorar desengañada,
ni el hijo crece, ni se vuelve vieja.”


Es necesario analizar que este verso nos permite ver el cómo se configura la identidad, género y rol de la mujer y la función del igual de género.

En el INMUZA  la principal atención es para la mujer, y uno de los principales temas que envuelven a este instituto es el género. Por eso mismo, el planteamiento de Bleichar me resulta interesante, porque retoma desde otra perspectiva “a la mujer”.
Me parece de suma importancia el cómo Bleinchmar no deja de lado la función del género en la infancia, es decir, el impacto en el psiquismo del ser hombre o mujer en la cultura; y lo analiza en base a la atribución o asignación del género, el núcleo de la identidad de género y el rol de género.
Donde el género es un sistema simbólico que sigue al hecho de ser hombre o mujer.
Entiendo que la diferencia de roles se manifiesta mucho antes que el niño alcance a percibir la  diferencia de sexo, es aquí en donde el  lenguaje juega una función de suma importancia: (la – los, ella – el),  pero es dentro de la intersubjetividad donde el sentimiento de ese ser hombre o mujer constituye la identidad de género, aunado a esto la feminidad y masculinidad se configuran.

¿por qué llorar desengañada?. Desde la infancia se manifiestan rígidos patrones de género que si bien pueden irse modificando la esencia parece quedar intacta.
Trabajo en un instituto para mujeres, donde cada día llegan mujeres con un ideal de género sumamente inalcanzable que se contrapone entre el ser buena madre hogareña o una mala madre que trabaja, entre ser independiente o  dependiente del hombre, en dónde la cultura del deber se sobrepone a la cultura del placer, es decir, que no se separa la función reproductora de la función sexual. Analizando la cultura, la madre aparece como una figura desexualizada, pero en contraparte el psicoanálisis la identifica como seductora del niño y responsable de la implantación de la sexualidad en el infante. 
Hablar de género es hablar de feminismo, machismo, políticas públicas, derechos, nuevas masculinidades, etc.… Mi postura es que debe buscarse el reconocimiento de ambos sexos, como tales, ya que al continuar “educando” en esta dualidad se está limitando a la condición del ser hombre o ser mujer en femenino o masculino. El asunto es replantear el género en la igualdad sin que se traduzca en uniformidad, la diferencia sin que se vuelva desigualdad y exclusión, para que ambos sexos puedan experimentar actividades que se han venido como constituyendo como roles exclusivos del género y de esta manera potencializar, reconocer y ampliar la condición del ser. Como Bleichamar lo plantea cuando habla de capacidades y habilidades para la parentalizaciòn, es decir, que ambos hombre y mujer tienen las habilidades, solo hay que ponerlas en práctica.

 “Lucen los dos sus inocentes galas,
y alegres sueñan en tan dulces lazos,
él, que cruza sereno entre las balas;
                                      ella, que arrulla un niño entre sus brazos”                                     

“Puesto al hombro el fusil de hoja de lata,
el quepis de papel sobre la frente,
alienta el niño en su inocencia grata
el orgullo viril de ser valiente.”

Dos versos que nos llevan por un recorrido hacia el narcisismo, “en tanto dimensión del psiquismo es toda actividad psíquica que tiende a mantener la integridad, la estabilidad, y el estado de bienestar de la representación de uno mismo”[1]
En la medida que los padres establecen (por continuidad y unidad de tiempo) el  contacto (reconocimiento) de las características de su hijo el  narcisismo y la autonomía se comienzan a configurar, pero antes, el Yo debe haberse configurado como instancia psíquica para abrir la puerta al narcisismo.
Juan juega a ser el soldado valiente y viril que cruza sereno entre las balas, mientras promueve una motivación narcisista: energía psíquica cuya función es mantener el equilibrio. Y a su vez, afianza el yo representación, y también el ideal del yo (el que el Yo persigue) que puede alejarse o encontrarse con el  yo ideal y esta interacción dará paso a la conformación de la autoestima de Juan.
El soldado puede ser la representación de una imago parental idealizada, mediante la cual se identifica y la idealización pasa a formar parte de Juan. Pero también representa la búsqueda de reconocimiento de su potencia sexual, entre hombres y con referencia al padre, en la afirmación del sí mismo masculino, o como estrategia legitimada para encubrir sus necesidades de afecto y de vínculo de apego.
La caña endeble y hueca permite a Juan “montarse” sobre el juego simbólico (la caña representa un caballo).

“El uno corre de entusiasmo ciego,
la niña arrulla a su muñeca inerme,
y mientras grita el uno: fuego, fuego,
la otra murmura triste: duerme, duerme.”

Margot quizá está ensayando lo que es el estar a cargo del cuidado primario de un ser humano, pero ¿Quién y cómo han enseñado a Margot a arrullar (regular emocionalmente) a su muñeca?

La forma en que el adulto ha permitido la regulación emocional en el niño es de suma importancia, ya que es la forma en la que el niño aprenderá a regular y contener su ansiedad.
La madre, nos dice Dio Bleichmar (2005), cumple la función de reguladora de los estados fisiológicos y emocionales del bebè y en la medida que un adulto desempeña estas funciones se constituye el apego [2].

El apego que se convierte en algunas personas en fuerza motivacional en su psiquismo que organiza la vida de fantasía y la conducta. El apego se estructura en sistema motivacional en el ser humano en el encuentro con el otro: formas de apego desarrolladas por el sujeto  por desempeñar, desde niño, el rol complementario, en conductas y fantasías, que el otro necesita para poder efectivizar sus propias necesidades y deseos de apego.


“Quizá piensa, en sus juegos infantiles
que en este mundo su afán recrea,
son como el suyo todos los fusiles
con que torpe la humanidad pelea”.
“Y este guerrero audaz de tres abriles,
que ya se finge apuesto caballero,
no logra en sus campañas infantiles,
manchar con sangre y lágrimas su acero.”
“Que pesan poco, que sin odios lucen,
que es igual el más débil al más fuerte,
y que, si se disparan, no producen
humo, fuego, consternación y muerte. “

Exacto, porque el conflicto es representado, se actúa dentro del espacio terapéutico permitiendo la expresión de las fuerzas pulsionales en conflicto, pero, estas fuerzas pulsionales deben ser reguladas, la regulación emocional es co-construida,  en la medida que la madre ha logrado mitigar sus propias angustias, logrará transmitir contención emocional al niño.
Me permito expresar con cierto grado de tristeza que en la ciudad en la cual trabajo la hostilidad y la poca tolerancia comienzan a reinar en el actuar diario de esta ciudad; pareciera ser que en esta ciudad no hay un otro que regule al sí mismo y las figuras de apego que esta ciudad ofrece son pocas. Por lo tanto el sistema de regulación emocional se encuentra en des-regulación.


A mi lado y ante juegos tan extraños,
Concha, la primogénita, me mira:
¡Es toda una persona de seis años
que charla, que comenta y que suspira!
“Sueltas sus trenzas claras y sedosas,
y oprimiendo mi mano entre sus manos,
parece que medita muchas cosas
al mirar cómo juegan sus hermanos”.

Juegos extraños del inconsciente, dónde el terapeuta, al igual que Concha, observa, medita y participa e interviene, pero además, se vincula en una experiencia emocional en la trasferencia ( Arrullar al paciente en una relación vincular, es arrullar al y en amor”). Es por eso que en modelo modular trasformacional toma importancia básica el concepto de interactividad que se refiere a la experiencia humana, a lo que acontece en cualquier intercambio interpersonal, al fenómeno de estar-con-alguien.
Dijo Atistóteles que las personas somos seres sociales por naturaleza, y si, somos seres que buscamos vincularnos y estar en interacción, incluso, actualmente se considera que desde el que nos encontramos en el vientre ya estamos en interacción, en interacción  con los deseos de ese otro.

¿Qué es lo que quiere decir Concha cuando oprime su mano en otra mano?
La sensibilidad, sensualidad y la trasmisión de afecto a través del contacto es siempre importante para el bebé y el adulto, ya que cada acción es registrada y decodificada.

 En el contacto las sensaciones son transmitidas, por ejemplo la madre que cambia los pañales al bebè de una forma rápida y brusca puede estar transmitiendo al bebé miedo, inseguridad y la sensación no placentera de ser tocado, estimulado.


La importancia de las palabras, de la voz, como en este poema, es también de suma importancia en el terapeuta ya que a travès de la voz es como el terapeuta hace contacto con el paciente  (arrulla). En cierta ocasión una persona usuaria del centro de atención me dijo: “la sesión pasada entendí que había olvidado mi nombre, justo cuando usted lo mencionó algo en mì fue diferente, cuando escuché mi nombre de su voz me di cuenta de que no era la mensa, la pendeja, ni la wey con la que me nombraban”
Así mismo aquél psicoterapeuta que irrumpe en el paciente sin saber cómo y qué efecto produce la interpretación no mitiga las angustias del paciente, no “arrulla”.
Por  lo que  se requiere preguntarse sobre los efectos estructurantes que poseen en el psiquismo del analizando diferentes tipos de intervenciones, tanto en su contenido verbal y procedimental, como por la modalidad de vínculo que se establece entre paciente y psicoterapeuta. Se debe también estar atento a la forma, el estilo de intervención, el tipo de vínculo que imprime el psicoterapeuta al tratamiento, y si todo esto es coherente o contradictorio con los objetivos que se esperan alcanzar y, especialmente, si están facilitando o no el camino del cambio psíquico, la producción de un isigth cognitivo y afectivo.
En ese sentido, la ampliación de la conciencia y la interpretación como medio fundamental para llevarla a cabo, no sólo no deben ser relegadas, sino que se debe profundizar en los mecanismos por los cuales actúan. La teoría de la cura no puede circunscribirse a lo inconsciente y debe tener como campo el psiquismo en general. El cambio psíquico se producirá mediante la comprensión de la estructura y funcionamiento de lo inconsciente.


.
“¡Inocencia! ¡Niñez! ¡Dichosos nombres!…”

Para concluir, me permito añadir que la lectura de este manual me ha permitido darme cuenta de la importancia que tienen los distintos sistemas motivacionales (motivacional del apego y de cuidados del adulto, regulación emocional, narcisismo y sensualidad – sexualidad) y la relación padre e hijo  no solo en la forma en que se puede comprender de una manera más amplia la actividad psíquica del niño, sino en las distintas modalidades de aplicación que esta puede tener y que a través de la vinculación nos permite alcanzar la reestructuración cognitiva, del cambio en la acción y la exposición a nuevas experiencias.
La experiencia de construir canales de comunicación eficaces donde las personas se relacionen desde su re-significación como agentes activos capaces de producir, crear, trabajar, regular, trasformar, arrullar, de vincularse y de… amar .



“FUSILES Y MUÑECAS”
                                               Juan de Dios Peza.

Juan y Margot, dos ángeles hermanos
que embellecen mi hogar con sus cariños,
se entretienen en juegos tan humanos
que parecen personas desde niños.

Mientras Juan, de tres años, es soldado
y monta en una caña endeble y hueca,
besa Margot con labios de granado,
los labios de cartón de su muñeca.

Lucen los dos sus inocentes galas
y alegres sueñan en tan dulces lazos;
él, que cruza sereno entre las balas;
ella, que arrulla a un niño entre sus brazos.

Puesto al hombro el fusil de hoja de lata,
el kepis de papel sobre la frente,
alienta el niño en su inocencia grata
el orgullo viril de ser valiente.

Quizá piensa, en sus juegos infantiles,
que en este mundo que su afán recrea,
son como el suyo todos los fusiles
con que la torpe humanidad pelea.

Que pesan poco, que sin odios lucen,
que es igual el más débil al más fuerte,
y que, si se disparan, no producen
humo, fragor, consternación y muerte.
             
¡Oh, misteriosa condición humana!
Siempre lo opuesto buscas en la tierra;
ya delira Margot por ser anciana,
y Juan, que vive en paz, ama la guerra.

Mirándoles jugar, me aflijo y callo;
¿cual será en el mundo su fortuna?
Sueña el niño con armas y caballo,
la niña con velar junto a la cuna.

El uno corre de entusiasmo ciego,
la niña arrulla a su muñeca inerme,
y mientras grita el uno: Fuego, Fuego,
la otra murmura triste: Duerme, Duerme.



A mi lado ante juegos tan extraños,
Concha, la primogénita, me mira:
¡es toda una persona de seis años
que charla, que comenta y que suspira!
             
¿Por qué inclina su lánguida cabeza
mientras deshoja inquieta algunas flores?
¿Será la que ha heredado mi tristeza?
¿será la que comprende mis dolores?
             
Cuando me rindo del dolor al peso,
cuando la negra duda me avasalla,
se me cuelga del cuello, me da un beso,
se le saltan las lágrimas, y calla.
             
Sueltas sus trenzas claras y sedosas,
y oprimiendo mi mano entre sus manos
parece que medita muchas cosas
al mirar como juegan sus hermanos.
             
Margot que canta en madre transformada,
y arrulla a un niño que jamás se queja,
ni tiene que llorar desengañada,
ni el hijo crece, ni se vuelve vieja.
             
Y este guerrero audaz de tres abriles
que ya se finge apuesto caballero,
no logra en sus campañas infantiles
manchar con sangre y lágrimas su acero.
             
¡Inocencia! ¡Niñez! ¡Dichosos nombres!
Amo tus goces, busco tus cariños;
como han de ser los juegos de los hombres,
más dulces que los juegos de los niños.
             
¡Oh, mis hijos! No quiera la fortuna
turbar jamás vuestra inocente calma,
no dejéis esa espada y esa cuna;
cuando son de verdad, matan el alma.


[1] Emilce Dio Bleichmar, “Manual de Psicoterapia de la relación de padres e hijos”, p.254
[2] Emilce Dio Bleichmar, “Manual de Psicoterapia de la relación de padres e hijos”, p.65

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